sábado, 23 de marzo de 2013

S E M A N A SANTA



                                                   

TRIDUO  PASCUAL
       Uno de los objetivos de este  AÑO DE LA FE (similar a un Año Santo) es el aniversario N° 50 del Concilio Vaticano II.
      Con el Triduo Pascual de la Semana Santa se da respuesta al planteo que hace el Documento “Gaudium et Spes” Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual; cuan habla del fin del hombre actual.  Transcribo:
“El misterio de la muerte:
      El máximo enigma de la vida humana es la muerte. El hombre sufre con el dolor y con la disolución progresiva del cuerpo. Pero su máximo tormento es el temor por la desaparición perpetua. Juzga con instinto certero cuando se resiste a aceptar la perspectiva de la ruina total y del adiós definitivo. . . ” N° 18.
      Cuando hablamos de Semana Santa, debemos pensar que es la síntesis de la vida del cristiano, en la que Jesús, Mesías, Salvador, Hijo de Dios da cumplimiento a la misión que vino a realizar, siendo obediente al Padre.
      Es un misterio que devela una sola realidad distribuidas en 3 días, donde podemos actualizar el recuerdo de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
      El misterio Pascual viene proclamado en celebraciones sucesivas, distribuidas en días diversos para poder profundizar y vivirlos con mayor intensidad.
      Comienza el JUEVES  SANTO, las lecturas rememoran como los  Hebreos  celebran el rito de la Cena Pascual de la salida a la libertad cuando estaban esclavos en Egipto (Antiguo Testamento).
Así los cristianos celebramos con la Ultima Cena, la verdadera Pascua en la que el Señor se entrega por nosotros (2° lectura y Evangelio del Nuevo Testamento). Este día, o el día anterior, según sea el programa de cada diócesis, el Obispo consagra en la Catedral los oleos para la santificación del pueblo de Dios: Crisma para bautismos, confirmaciones, y ordenación de sacerdotes. Oleo de los enfermos para la unción y oleo de los catecúmenos. Los sacerdotes  igualmente renuevan ante el Obispo sus promesas sacerdotales (es el  día  del  sacerdote)

      EL VIERNES SANTO  está marcado por la Pasión y Muerte de Jesús, que como sacerdote de la Nueva Alianza se ofrece al Padre por nuestra salvación. Este día no hay misa, solo oración y veneración de la Cruz salvadora. La oración central es el Via Crucis (camino de la cruz) que a veces lo hacen en vivo.  El poeta  Khalil Gibrán en su poema Viernes Santo muestra la ambigüedad del hombre actual: "Hoy, y en cada Viernes Santo, el hombre despierta de su profundo sueño y se pone ante la sombra de las edades, y, con los ojos llenos de lágrimas mura hacia el Gólgota contemplando a Jesús el Nazareno clavado en su cruz. . . Pero cuando el sol se pone y anochece, vuelve a ponerse de rodillas para adorar a sus ídolos cotidianos, levantados en todos los rincones de su vida.”
SABADO SANTO, la gran celebración de la Vigilia Pascual, donde la comunidad cristiana se congrega para esperar orando la Pascua del Señor. En la misa de la tarde – noche se rememora a través de las 5 o 7 lecturas del Antiguo Testamento y las del Nuevo, como Dios creó el mundo al principio, de ese mismo modo con la Pascua de Jesús hoy quiere renovar todas las cosas.
      Se inicia con la bendición del fuego, se enciende el cirio pascual, símbolo central de la resurrección de Cristo. Se bendice el agua que con el bautismo alcanzamos la salvación. Y por último la gran celebración de Cristo resucitado con el canto del gloria y las campanadas en la celebración de la Eucaristía; los ministros con las vestiduras blancas pre anuncian el inicio del tiempo litúrgico de Pascua, tiempo propicio de salvación, que con una verdadera conversión y un cambio de vida, seremos capaces de vivir de manera renovada, según los  designios de Dios que  quiere nuestra felicidad aquí en la tierra y la vida eterna en el cielo.
      Como conclusión, no quiero dejar pasar, para que ustedes también conozcan y disfruten  un hermoso poema de Kahalil  Gibrán sobre estos días de Semana Santa, en el ilustra magistralmente la actitud de la humanidad, que por un lado cumple con un ritual religioso y de inmediato pasa a una práctica de estilo pagano.
                                                          V I E R N E S      S A N T O
      Hoy, y en cada Viernes Santo, el hombre despierta de su profundo sueño y se pone ante la sombra de las edades, y, con los ojos llenos de lágrimas mira hacia el Gólgota contemplando a     Jesús  el  Nazareno clavado en su cruz. . . Pero cuando el sol se pone y anochece, vuelve a ponerse de rodillas para adorar sus ídolos cotidianos, levantados en todos los rincones de su vida.
      Hoy, las almas de los cristianos en alas del recuerdo, vuelan hasta Jerusalén. Allá, se aglomeran en multitudes golpeándose el pecho, para contemplar al Crucificado con su corona de espinas, extendiendo los brazos hacia el infinito y penetrando el velo de la Muerte para alcanzar la profundidad de la  Vida . . .
      Pero cuando el telón de la noche desciende sobre el escenario del día, dando por finalizado el breve drama, los cristianos vuelven y, en grupos, se pierden entre las sombras del olvido, hundiéndose en la ignorancia  y la indolencia.
      En este mismo día de cada año, los filósofos dejan sus grutas tenebrosas, los pensadores abandonan sus frías  celdas y los poetas se alejan de sus torres de marfil  y todos, en el Monte del Calvario, escuchan reverentemente las palabras de aquel hombre, joven aún, diciendo: “Perdónalos Padre, pues no saben lo que hacen”.
      Mas, apenas las tinieblas del silencio apagan las voces de la luz, los filósofos, pensadores y los poetas regresan a la estrechez de sus preocupaciones y se sumergen en las páginas de su vana literatura.
      Las mujeres que pierden el tiempo con los esplendores de la vida, abandonan el confort de sus mullidos  cojines para ver a la mujer, triste y angustia que se acerca a la cruz y allí se queda como una pequeña plantita desamparada frente a la tempestad devastadora y, cuando se aproximan a ella, escuchan su profundo lamento, su penoso llanto. . .
      Los jóvenes, que se dejan llevar por la corriente de la vida sin saber adonde van, se detienen hoy, por un instante, para contemplar a Magdalena lavar con sus lágrimas la sangre que mancha los pies del hombre erguido entre el cielo y la tierra.
      Pero, cuando se cansan del espectáculo desvían los ojos y retornan a la corriente entre carcajadas, para ser arrastrados nuevamente.
      En este mismo día, cada año, la Humanidad se despierta con el despertar de la primavera y se echa a llorar frente al Nazareno sufriente, mas luego, cierra los ojos y retorna a su profundo sueño. Pero la primavera permanecerá despierta, sonriente y festiva  hasta que llegue el verano, con sus dorados ropajes.
      La Humanidad es una plañidera que se deleita en lamentarse por los héroes muertos. Si  fuera hombre, se regocijaría por sus grandezas y por sus glorias.
      La Humanidad ve a Jesús naciendo y viviendo como un pobre, humillado como un débil, y tiene piedad de El, pues fue crucificado como un criminal. . . Todo lo que la Humanidad tiene para ofrecerle son lágrimas y lamentos. Durante siglos la Humanidad viene adorando la debilidad en la persona del Señor. Los hombres no comprenden el verdadero sentido de la fuerza.
      Jesús, no vivió una vida de miedo ni murió sufriendo y quejándose. El vivió como un rebelde, fue crucificado como un revolucionario y murió con un heroísmo que atemorizó a sus torturadores.
      Jesús no fue un ave con alas rotas, sino una tempestad que rompe con su fuerza todas las alas torcidas.
      Jesús no vino del más allá para hacer del dolor un símbolo de la vida, sino para ser de la vida el símbolo de la verdad y la libertad.
      Jesús, no tuvo miedo de sus perseguidores ni sufrió frente a sus asesinos. El era libre, valiente y osado. Desafiaba a tiranos y déspotas y opresores. Y cuando veía pústulas infectadas, las punzaba. Y acallaba la voz del  Mal, destruía la Falsedad y ahogaba la Traición.
      Jesús no vino desde el cirulo de la luz para destruir hogares y construir sobre sus ruinas conventos y monasterios. El, vino a esta tierra para insuflar un espíritu nuevo, que destruye con su poder, las monarquías construidas sobre huesos y calaveras humanas. El vino para demoler los palacios majestuosos construidos  construidos  sobre las tumbas de los débiles  y derrumbar los ídolos asentados sobre los cuerpos de los miserables.
      El vino para hacer del corazón un templo, del alma un altar y del espíritu  un sacerdote.
      Esa era la misión de Jesús y esas las enseñanzas por cuya causa fue crucificado. Y si la Humanidad fuera sensata, ella se alzaría hoy, y cantaría, vigorosa, el canto del triunfo y la victoria.
      Oh, Jesús crucificado, que contemplas, triste desde el Gólgota la procesión de los siglos y oyes el clamor de las naciones y comprendes los sueños de la Eternidad. ¡Tú eres, en la cruz, más glorioso y digno que mil reyes en mil tronos de mil imperios!.
      ¡Tú eres en la agonía de la muerte más poderoso que mil generaciones en mil guerras!.
      Y en tu tristeza más alegre que la primavera con sus flores. . .
      Y en tus dolores más sereno que los ángeles del cielo.
      Y cautivo, en manos de tus verdugos, eres más libre que la luz del sol y más firme que una montaña.
      Y tu corona de espinas es más esplendorosa y brillante que la corona de Brahma. . .
      Y el clavo que atraviesa tu mano es más imponente que el cetro de Júpiter.
      Y las gotas de sangre que se deslizan en tus pies, más resplandecientes que el collar de Venus.
      Perdona  la debilidad de los que Te lamentan hoy, pues ellos no saben lamentarse por si mismos.
     Perdónalos, pues no saben que conquistaste a la muerte con la muerte y diste vida a la muerte. . . (Resucitando).
      Perdónalos, pues no saben ellos que todo día es tu día. . .