EL AYUNO QUE
SALVA
(2° lectura)
“Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc.1,15) Lectura del día.
Con estas directivas la
comunidad cristiana es convocada para poder recibir la acción misericordiosa de
Dios y experimentar el regreso a Él. Con el rito de imposición de la ceniza, de
milenaria tradición en nuestra Iglesia, que puede ser considerada como una
especie de inscripción al catecumenado cuaresmal. Un gesto de ingreso al estado
de penitencia.
En los textos de la liturgia de
hoy tenemos los puntos claves para lograr ese encuentro tan ansiado con Dios:
Oración – Ayuno y Caridad.
Oración, es como el termómetro
de nuestra relación con Dios. El Ayuno dice relación con uno mismo y la Caridad
nos da la medida de cuánto nos preocupamos del prójimo.
SI
NO CAMBIA EL
CORAZÓN NO CAMBIA
NADA
En una sociedad que pone su
acento en el bienestar, en la saciedad, en lo superfluo; hablar de solidaridad,
austeridad, abstinencia de comida o de dejar de lado los vicios, es algo
anacrónico, y los hombres se tornan insensibles a la invitación de Dios de
volver a Él teniendo en cuenta a los hermanos.
Para el cristiano no sólo el
ayuno, sino también la abstinencia de comida o cualquier otra cosa apetecible,
que lo lleva a declararlo como lo único necesario y termina en una constante
insatisfacción, y a considerarse a sí
mismo como valor supremo.
La noción que tiene la Iglesia
sobre el ayuno y la fe y esperanza en el Señor Jesús, hace que la actitud del
hombre actual no se torne una autoglorificación.
La propuesta es también realizar éste
camino cuaresmal de preparación a la Pascua, por amor. Y lo que nos puede
alejar de la hipocresía es realizarlo en secreto y con alegría.
La oración, el
ayuno y la caridad tiene que llevarnos
al arrepentimiento, a la conversión y al cambio de vida. De este modo estaremos
dando respuesta a una Fe verdadera como este año nos convoca su Santidad el
Papa Benedicto XVI.
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