martes, 30 de julio de 2013

SIGNOS DE LOS TIEMPOS

                                                           
          Cómo enfrentar el momento presente, de violencia y aflicción, injusticias y egoísmos, inseguridad y miedo. No es nuevo, podemos ver un reflejo de esto en el libro del profeta Jeremías 14,17-21 es una lamentación del pueblo en tiempo de hambre y de guerra. Para el cristiano y hombre de fe en esto  puede ver que el Reino de Dios está cerca. Hay que convertirse y creer en el evangelio: “Mis ojos se deshacen en lágrimas, día y noche, no cesan: por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo, una herida de fuertes dolores.
          Salgo al campo: muertos a espadas; entro en la ciudad: desfallecidos de hambre; tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país.
. . .Se espera la paz, y no hay bienestar, al tiempo de la cura sucede la turbación.
Señor, reconocemos nuestra impiedad, la culpa de nuestros padres, porque pecamos contra ti.
No nos rechaces, por tu nombre, no desprestigies tu trono glorioso; recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.”
          Un cristiano a diario practica sus oraciones y tiene esa relación profunda con Dios. Sabe y siente que Dios nunca lo dejará solo. Y aunque tenga que atravesar por alguna de estas circunstancias negativas, sabrá ver y encontrar a Dios en lo que le suceda cada día. Por ejemplo en un asalto, cuando uno recibe ayuda, en una enfermedad, donde el entorno acompaña, asiste, ora, esto fortalece al cristiano.
Recordemos entonces que los seres humanos en algún momento pasamos por hechos lamentables, dolorosos y a veces consumados, pero, sólo aquel que deposita día a día su confianza en manos del    Altísimo, asume y logra superar esas situaciones de un modo diferente. El cristiano siempre ve la Gracia y la misericordia de Dios y sale fortalecido; los demás, que no tienen esa conciencia o práctica de fe, acumulan en su corazón, a lo largo de su existencia, rencor, odio, rechazo, violencia, negación y se victimizan. Ven todo oscuro, viven ofuscados, amargados y sin esperanza.
          No nacemos con experiencia de fe viva y fervorosa, eso se va logrando poco a poco, cada uno debe construirla. Es como un trabajo que se va adquiriendo con la perseverancia en la oración personal y comunitaria, poniendo en práctica los mandamientos, los preceptos que nunca caducan y pasan a ser la semilla para construir nuestro bien espiritual personal y el bien común de los que nos rodean.
San Pablo sintetiza perfectamente cuando en 2 Corintios 4,6-15 dice: “Que brille la luz en medio de las tinieblas, el es el que hizo la luz en nuestros corazones… Co todo, llevamos este tesoro en vasos de barro, para que esta fuerza soberana se vea como obra de Dios y no nuestra.
          Nos sobrevienen pruebas de toda clase, pero no nos desanimamos; estamos entre problemas, pero no desesperados, somos perseguidos, pero no eliminados; derribados pero no fuera de combate. Por todas partes llevamos en nuestra persona la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra persona. Pues a los que estamos vivos nos corresponde ser entregados a la muerte a cada momento por causa de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestra existencia mortal. Y mientras la muerte actúa en nosotros, a ustedes les llega la vida.

         
Tenemos el mismo don espiritual de fe que tenía el que escribió: “creí, y por eso hablé”. También nosotros creemos, y por eso hablamos. . . .Todo esto que sucede es por ustedes mismos, para que la gracia de Dios se multiplique en el mayor número de fieles para Gloria de Dios.

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