DIOS ES FIEL, CUMPLE SUS PROMESAS
Dios estableció el tiempo de sus promesas y la época de su cumplimiento.
El período de las promesas abarcó desde el tiempo de los profetas hasta
Juan Bautista; y desde éste hasta el fin, es el tiempo de su cumplimiento.
Dios es fiel, porque siempre cumple sus promesas. Y qué nos promete? San
Agustín lo explica: prometió la salvación eterna, una vida bienaventurada,
feliz sin fin en compañía de los
ángeles, la gloria eterna, la dulzura de la contemplación de su rostro, una
casa eterna en el cielo, por lo tanto, la resurrección, que es la usencia total
del miedo a la muerte.
Sin embargo, como a los hombres les parecía increíble la promesa de Dios
de sacarlos de su condición mortal de corrupción, bajeza, debilidad, polvo y
ceniza, en que habían caído por el pecado; Dios estableció un garante de su
fidelidad, no un mediador cualquiera, un príncipe o a un ángel, sino a su
propio Hijo único. Y por él nos mostró el camino que nos conduciría hacia el
fin prometido.
También ahora, en el tiempo presente, si miramos con los anteojos de
Dios podemos ver y de manera aumentada
la violencia, pérdida del valor moral, corrupción, injusticia, impunidad en los
delitos, una sociedad sin códigos éticos, un “cambalache” hecho realidad, “todo
es igual, nada es mejor…”
Que afortunados somos los cristianos por tener la capacidad en sí
mismos, por la gracia de Dios, como en María la Virgen, de querer y poder
revertir el estado de cosas negativas, aunque la tentación de acomodarnos
es grande. Está en cada uno, en su
interior, fundamentado en la fe, el asumir con voluntad renovada el cambio, la
transformación y conversión que se necesita en el momento actual. Para
recuperar la armonía perdida en el Paraíso, en el Edén; necesitamos que el
deseo se renueve constantemente: deseo de paz, armonía, unión, solidaridad,
tolerancia. Además de pedirlo a Dios en la oración hay que comenzar a hacerlo
realidad, acercándonos al otro, perdonando, bajando del caballo del orgullo,
vanidad y superficialidad, para gozar de las maravillas de los frutos sabrosos
de la Navidad.
Que Jesús Mesías, Salvador encuentre nuestra mente y nuestro corazón sin
llaves, abierto para recibir el rocío de bendición y continuar profundizando la
fe, poniendo en práctica la caridad y recuperar la alegría.
¡Feliz Navidad!!
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