Conocemos 3 venidas
de Cristo: Primero, la histórica, que relatan los
evangelios; la segunda es personal
y espiritual; la
tercera, vendrá para realizar el juicio
final, Mateo 25.
La primera
y tercera venida
depende del Señor; la segunda depende de cada uno,
de nosotros. Por eso
ADVIENTO es el
tiempo oportuno y
privilegiado para escuchar
el anuncio de la
liberación de los
pueblos y de
las personas.
Es un
tiempo para poder
dirigir el ánimo
hacia un porvenir
que se aproxima y
se hace cercano, pero
que aún está
por llegar.
Es tiempo
de vivir la
fe como esperanza
y como expectación, tiempo
de sentir a Dios
como futuro absoluto
del hombre: es
como la espera
del colectivo, aún
cuando pasa todavía
no llegamos a
destino.
Este tiempo presente en que
vivimos está marcado
por un doble
signo pesimismo y
esperanza que son
dos factores de la vida
humana.
Pesimismo: es nuestro,
propio de la naturaleza
humana.
Esperanza: proviene
de Dios, y a
nosotros nos llega
a través de
las promesas, de la
lectura bíblica y
de la oración.
Las reflexiones
de adviento van en una
perspectiva personal, individual,
ya que cada uno
perteneciendo a una
familia o comunidad
parroquial debe preparar en
lo profundo de
su interior, como
un nuevo pesebre, el
lugar donde desea
que nazca otra
vez Jesús.
Podemos ver
como en una
radiografía al hombre
actual, para ver
dónde atacar y
ver que mejorar
a modo de
salud espiritual.
Desde que
se nace hasta
la muerte cada
uno pasa por
distintas circunstancias, o sea,
debemos estar atentos
porque cualquier cosa
puede pasarnos en la
vida. . . una persona
lee y escucha,
grita y se
revela, estudia y
trabaja, ama y
odia, lucha y
se desalienta, se
entrega a gestos heroicos
y de pronto
cae en actitudes
villanas y cobardes.
Se encandila
con el dinero, se
ofusca con el
poder, se entrega
al placer, después
encuentra una causa
noble por la
que combatir.
Se casa,
cría hijos, establece
un hogar. Se
interesa por la
política, se afilia
a un partido,
vota a sus
lideres. Se hace
masa en un
estadio y vibra
ante sus ídolos.
Canta y
ríe, llora y s
e aísla.
Parece descansar y
no descansa, quisiera
acabar con todo y
termina siendo uno
más; hoy dice basta
y mañana recomienza
algo nuevo.
Cuando todo
le va bien,
enferma o le
engañan, sufre un
defalco o una
misteriosa angustia le
brota como una
nube dentro del
pecho.
Cuando todo
parece perdido, una
mano salvadora se le extiende ,
y lo que
parecía una montaña
insalvable ahora le
parece una simple
piedra que supera
de un salto.
Si es
joven quiere ser
adulto, ya adulto,
pretende alejar la
ancianidad. Anciano, añora
su infancia. Impotente,
lucha como un
torrente por desbordar ese abismo
que pretende devorarlo
para siempre.
Sin tiempo
para nada, puede
preguntarse qué hace
y por qué lo
hace;
Quien es
él y quiénes
son los demás,
de dónde viene y
a dónde va.
Frente a
esto, la invitación
del evangelio en
este tiempo de adviento
es estar siempre
despiertos, pidiendo fuerzas
para mantenerse de pié y
con la frente
alta ante el Hijo
del Hombre que va a llegar-
No hay comentarios:
Publicar un comentario