Cómo enfrentar el
momento presente de violencia y aflicción, injusticia y egoísmo, inseguridad y
miedo. Ya en tiempos del Profeta
Jeremías, en el año 626 antes de Cristo por no decir que siempre hubo todo tipo
de contradicciones con respecto al Plan y a la voluntad de Dios.
“…De mis ojos
están brotando lágrimas , día y noche, sin parar, porque un gran mal aqueja a mi pueblo, una herida muy grave es lo que
sucede. Si salgo al campo, veo personas atravesadas por la espada; si vuelvo a
la ciudad encuentro gente desolada por el hambre y la violencia. Tanto los
sacerdotes como los profetas vagan sin
sentido, la razón es que no han entendido lo que pasaba en su país” (Jeremías 14,17 – 18)
Sabemos
también que la historia la escribe el
pueblo humilde, los trabajadores, los militares, los pensadores y los
responsables de cada clase social. Dios es quien junta las fuerzas y dispone
los acontecimientos de tal suerte que uno fracasa mientras que otro obtiene
éxito.
Dios obra en la
historia mediante las obras, las palabras, los escritos y los rezos, oraciones de muchísima gente. Pero
también impulsa fuerzas más profundas
que sacuden la inercia de los corazones y hacen más fuerte entre los hombres el
afán de justicia. En estos campos que Dios se ha reservado, solamente le
cooperan los hombres y mujeres de fe, especialmente esos que se entregan
totalmente a Él.
Un cristiano, un
hombre o mujer de fe a diario practica sus oraciones, y tiene esa relación
fluida con Dios. Sabe y siente que Dios nunca lo dejará solo y aunque tenga que
atravesar por alguna de estas
circunstancias negativas, sabrá ver y encontrar a Dios en lo que le
sucede cada día. Por ejemplo: cuando sufre un asalto, sabrá reconocer la mano
de Dios, si no hubo violencia, si fue asistido por alguien, con amor, si no hay
que lamentar la pérdida de un ser querido. O
en una enfermedad, en el entorno que lo acompaña, asiste y ora, eso
fortalece al enfermo.
Recordemos que
los seres humanos en algún momento pasamos por hechos lamentables, dolorosos y
a veces consumados, pero, sólo aquellos que depositan día a día su confianza en manos del Altísimo
, el
que tiene fe, pasa por esas circunstancias difíciles de un modo diferente.
El cristiano
siempre ve la Gracia y la misericordia de Dios y sale fortalecido. Los que no
tienen esa conciencia o práctica de fe, acumulan en su corazón a lo largo de su
existencia: rencor, odio, rechazo, violencia, negación; se victimizan ven todo
oscuro, viven ofuscados, amargados, deprimidos y sin esperanzas.
No nacemos con
experiencia de una fe viva y fervorosa, se va logrando poco a poco, cada uno
debe construirla. Es un compromiso, una tarea que se va adquiriendo con la
perseverancia en la oración personal y comunitaria, poniendo en práctica los
mandamientos, las bienaventuranzas, los preceptos que no caducan aunque cambien
los tiempos, y son la semilla para
construir nuestro bien
espiritual personal y contribuir al bien
común y la felicidad de los que nos rodean.
Es tiempo de
hacer nuestra la intervención de Jeremías delante de Dios: “ Nos has rechazado
para siempre? O es que estás aburrido de tu pueblo? ¿Por qué nos has herido sin
esperanza de mejorar? Esperábamos la paz y ninguna cosa buena llegó además se
presentó el miedo.”
Y así como el
profeta debemos reconocer que todo lo que sucede es causa del pecado que nos
aleja de Dios.
“Reconocemos, oh Dios, nuestra
maldad, la perversidad de nuestros padres y que también nosotros hemos pecado
contra ti. No nos desprecies más por el
honor de tu nombre, no profanes más el trono de tu Gloria. Acuérdate de
nosotros y no rompas tu alianza con
nosotros. ¿Hay acaso entre los ídolos de los paganos que haga llover? O son los
cielos los que dan la lluvia? ¿No eres Tú el único Dios?
¡ Oh Dios
nuestro, sólo en ti esperamos, porque eres tú quien ha hecho todas las cosas!”.
(Jeremías 14, 19 – 22)
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