¿Cómo no nos vamos a alegrar y elevar el ánimo cuando
escuchamos los nombres que se le da al Espíritu Santo? Espíritu de Dios –
Paráclito – Espíritu de verdad – Espíritu firme – Espíritu generoso.
Hacia El se dirigen todas las miradas de los que sienten
necesidad de santificarse. Hacia El tiende el deseo de los que quieren una vida
llena de virtudes. Su soplo para ellos es como un riego que ayuda a conseguir
en nosotros la voluntad de Dios.
Fuente de satisfacción, luz de nuestra inteligencia, él es
quien da, de sí mismo, una especie de claridad a nuestra razón natural, para
que conozca la verdad.
Inaccesible por su naturaleza, se hace accesible por su
bondad.
Todo lo llena con su poder, pero se comunica solamente a los
que son dignos de ello y no a todos en la misma medida, sino que distribuye sus
dones a proporción de la fe de cada uno.
Simple en su naturaleza, diverso en sus virtudes, está
presente todo él en cada uno, sin dejar de estar todo él en todas partes.
De tal manera se divide, que en nada queda disminuido, todos
participan el él, aunque él permanece intacto, a la manera del rayo de sol, del
que cada uno se beneficia como si fuera para él solo y, con todo, ilumina la
tierra y el mar y se mezcla con el aire.
Así el Espíritu Santo está presente en cada uno de los que
son capaces de recibirlo. Como si estuviera en él solo infundiendo a todos la
totalidad de gracia que necesitan. Gozan de su pasión todos los que de él
participan, en la medida en que lo permite la disposición de cada uno.
Por él, los corazones son se levados hacia lo alto. Los
débiles son llevados de la mano, los que ya han progresado llegan a la
perfección, iluminando a los que están limpios de mancha, los hace espirituales,
por la comunión con él. Y, de tal modo que los cuerpos limpios y transparentes, cuando le da un rayo de luz,
se vuelven brillantes y despiden un nuevo fulgor, así las almas portadoras del
Espíritu y por él iluminadas se hacen ellas también espirituales, e irradian a
las demás su gracia.
De ahí precede el conocimiento de las cosas futuras, la
inteligencia, los misterios, la comprensión de las cosas ocultas, la
distribución de los dones, el trato celestial, la unión con los coros
angélicos, de ahí deriva el gozo que no termina, la perseverancia de Dios, la
semejanza con Dios, y lo más sublime que pueda imaginarse, nuestra propia
deificación.
Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu
luz.
Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a
darnos tu luz.
Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma, suave
alivio de los hombres.
Tú eres descanso en el trabajo, templanza de las pasiones,
alegría en nuestro llanto.
Penetra con tu santa luz en lo más íntimo del corazón de tus
fieles.
Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, Nada que sea
inocente.
Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, cura nuestras
heridas.
Suaviza nuestra dureza, elimina con tu calor nuestra
frialdad, corrige nuestros desvíos.
Concede a tus fieles, que confían en ti, tus siete dones
sagrados.
Premia nuestra virtud, salva nuestra alma, danos la eterna
alegría. Amén.
Gracias Padre!!!!, que lindo que es el amor!!!
ResponderEliminarVictor