JUEVES SANTO
Jesús tiene un deseo profundo de comer esta Pascua con Nosotros, y no lo volverá a hacer hasta que lleguemos al Reino de los cielos. Poe eso la EUCARISTÍA es FUENTE y CUMBRE de la vida del cristiano.
Es un modo de estar siempre con nosotros. Acerquémonos al Señor en la Eucaristía para que nuestra vida tenga sentido y podamos vivir en plenitud.
Mi Testimonio personal con la Eucaristía
Después de vivir ocho años en Las Toscas, Provincia de Santa Fe, entre los años 1989 (año de mi ordenación sacerdotal) al 1996, con mis aciertos y errores, como tenemos todos; en marzo de 1996 arribo a la Parroquia del Sagrado Corazón en Quilmes, Buenos Aires.
Después de haber recorrido tantas distancias en el norte, de haber colaborado humildemente en la evangelización de la región, incluido un acompañamiento especial a los aborígenes Tobas de la zona norte, de la Diócesis de Reconquista, me encuentro con un estado de cansancio y muchos nervios acumulados, los psicólogos dirían “emociones reprimidas”, incluido un exceso de alimentos y bebidas que desembocaron en una obstrucción intestinal, con divertículos e infección del aparato digestivo.
Este estado me llevó directo a una intervención quirúrgica de urgencia el 16 de septiembre de 2001 en el Sanatorio de la Trinidad de Quilmes. La primera intervención, que duró aproximadamente siete horas, con paro cardíaco incluido, logré salir con vida pero, con ocho centímetros menos de intestino y bolsa de colostomía del lado izquierdo. Después de nueve meses que dura el proceso de curación interno, regreso a quirófano para el cierre definitivo de la colostomía. Podemos contar cuatro o cinco horas más de intervención, aparentemente todo normal, luego de veinticuatro horas se me declara una fístula de intestino delgado en el lugar recién intervenido, el plan era operar nuevamente de urgencia, al final salí de quirófano con dos bolsas de colostomía y la fístula que drenaba jugo gástrico de continuo. Después de sesenta y tres días asistido en terapia con un pulmotor , cuando retomé la conciencia el Dr. Edgardo Goméz no encontraba el modo de explicar cual era mi realidad, realidad que acepté con mucha Paz.
Hoy puedo decir: ¡Nací de nuevo! Porque gracias a esta experiencia dolorosa se renovó en mí la vocación, la espiritualidad, la presencia de Jesús; Thomas Moore dirá: “Mi enfermedad me curó”.
Agradezco en este testimonio la oración de todos los que rezaron por mí, como también el despliegue, la dedicación, el cariño y la amistad que me brindaron en el Sanatorio (médicos, enfermeras, personal de servicio, guardias, administrativos, a todos ¡gracias miles!).
El aislamiento obligado en sala de terapia, me llevó a valorar intensamente La Vida, ya que al menos dos veces toqué la puerta de San Pedro o como dice “Pelo” mi mecánico en Florencio Varela “Dos veces te picaron el boleto”.
Lo que me mantuvo el ánimo en alto fue la presencia, el afecto, cariño y el amor de Mamá Elsa, mis hermanos, cuñado y sobrino Eber. Ellos dejaron todo en Malabrigo para estar conmigo en Quilmes, fueron tres meses largos, en el momento de mayor gravedad.
Recuerdo que cuando tomé conciencia de que estaba con vida no me podía mover por tener el vientre abierto de par en par, sin poder tragar ni siquiera líquido alguno; me asaltaban deseos profundos de celebrar la Santa Misa, gesto que realicé al menos dos veces, mentalmente realizaba el ofertorio: “Bendito seas Señor Dios del universo por este Pan y por este Vino, fruto de nuestros campos, fruto del trabajo de hombres y mujeres, hoy te lo presentamos, que sean para nosotros comida y bebida de salvación”
Luego pensaba en La Vida de las personas, en la Iglesia y en el mundo; para pasar de inmediato a las “Ipsisimas Verbas IESUS” (Mismísimas palabras de Jesús): “Tomó el Pan, lo bendijo y se lo dio diciendo: Tomen y coman, esto es mi cuerpo, que será entregado por ustedes. Del mismo modo acabada la cena, tomó el cáliz, lleno del fruto de la vid, volvió a dar gracias y se lo dio diciendo: Tomen y beban esta es la sangre de la nueva alianza, que será derramada por muchos, para el perdón de los pecados, hagan esto en conmemoración mía”
Otro momento importante que recuerdo fue cuando experimenté la muerte clínica momentánea; un flash de cielo terrenal se me presentó ( no como un túnel, al estilo Víctor Sueiro) sino como un pasillo o galería, la salida cercana a mi y de manera simultánea, del lado izquierdo y derecho a mi vista distinguí: del lado izquierdo figuras como la de mamá, un niño pequeño, que interpreto sería Eber, mi sobrino, y una figura alta que me representaba al “gordo” un amigo del alma, santafesino él, Mario Malkewik quién me acompañó todo el tiempo. Y simultáneamente del lado derecho tres figuras con túnicas blancas relucientes, cabello, barba y bigotes blancos, blancos y con actitud de interconsulta sobre que futuro inmediato me esperaba. Una Paz celestial, imposible de extractar en letras y en palabras, era lo que experimenté.
Todo terminó el 18 de febrero 2004 cuando me cerraron la panza definitivamente, hoy se pueden observar las cicatrices.
Después de vivir ocho años en Las Toscas, Provincia de Santa Fe, entre los años 1989 (año de mi ordenación sacerdotal) al 1996, con mis aciertos y errores, como tenemos todos; en marzo de 1996 arribo a la Parroquia del Sagrado Corazón en Quilmes, Buenos Aires.
Después de haber recorrido tantas distancias en el norte, de haber colaborado humildemente en la evangelización de la región, incluido un acompañamiento especial a los aborígenes Tobas de la zona norte, de la Diócesis de Reconquista, me encuentro con un estado de cansancio y muchos nervios acumulados, los psicólogos dirían “emociones reprimidas”, incluido un exceso de alimentos y bebidas que desembocaron en una obstrucción intestinal, con divertículos e infección del aparato digestivo.
Este estado me llevó directo a una intervención quirúrgica de urgencia el 16 de septiembre de 2001 en el Sanatorio de la Trinidad de Quilmes. La primera intervención, que duró aproximadamente siete horas, con paro cardíaco incluido, logré salir con vida pero, con ocho centímetros menos de intestino y bolsa de colostomía del lado izquierdo. Después de nueve meses que dura el proceso de curación interno, regreso a quirófano para el cierre definitivo de la colostomía. Podemos contar cuatro o cinco horas más de intervención, aparentemente todo normal, luego de veinticuatro horas se me declara una fístula de intestino delgado en el lugar recién intervenido, el plan era operar nuevamente de urgencia, al final salí de quirófano con dos bolsas de colostomía y la fístula que drenaba jugo gástrico de continuo. Después de sesenta y tres días asistido en terapia con un pulmotor , cuando retomé la conciencia el Dr. Edgardo Goméz no encontraba el modo de explicar cual era mi realidad, realidad que acepté con mucha Paz.
Hoy puedo decir: ¡Nací de nuevo! Porque gracias a esta experiencia dolorosa se renovó en mí la vocación, la espiritualidad, la presencia de Jesús; Thomas Moore dirá: “Mi enfermedad me curó”.
Agradezco en este testimonio la oración de todos los que rezaron por mí, como también el despliegue, la dedicación, el cariño y la amistad que me brindaron en el Sanatorio (médicos, enfermeras, personal de servicio, guardias, administrativos, a todos ¡gracias miles!).
El aislamiento obligado en sala de terapia, me llevó a valorar intensamente La Vida, ya que al menos dos veces toqué la puerta de San Pedro o como dice “Pelo” mi mecánico en Florencio Varela “Dos veces te picaron el boleto”.
Lo que me mantuvo el ánimo en alto fue la presencia, el afecto, cariño y el amor de Mamá Elsa, mis hermanos, cuñado y sobrino Eber. Ellos dejaron todo en Malabrigo para estar conmigo en Quilmes, fueron tres meses largos, en el momento de mayor gravedad.
Recuerdo que cuando tomé conciencia de que estaba con vida no me podía mover por tener el vientre abierto de par en par, sin poder tragar ni siquiera líquido alguno; me asaltaban deseos profundos de celebrar la Santa Misa, gesto que realicé al menos dos veces, mentalmente realizaba el ofertorio: “Bendito seas Señor Dios del universo por este Pan y por este Vino, fruto de nuestros campos, fruto del trabajo de hombres y mujeres, hoy te lo presentamos, que sean para nosotros comida y bebida de salvación”
Luego pensaba en La Vida de las personas, en la Iglesia y en el mundo; para pasar de inmediato a las “Ipsisimas Verbas IESUS” (Mismísimas palabras de Jesús): “Tomó el Pan, lo bendijo y se lo dio diciendo: Tomen y coman, esto es mi cuerpo, que será entregado por ustedes. Del mismo modo acabada la cena, tomó el cáliz, lleno del fruto de la vid, volvió a dar gracias y se lo dio diciendo: Tomen y beban esta es la sangre de la nueva alianza, que será derramada por muchos, para el perdón de los pecados, hagan esto en conmemoración mía”
Otro momento importante que recuerdo fue cuando experimenté la muerte clínica momentánea; un flash de cielo terrenal se me presentó ( no como un túnel, al estilo Víctor Sueiro) sino como un pasillo o galería, la salida cercana a mi y de manera simultánea, del lado izquierdo y derecho a mi vista distinguí: del lado izquierdo figuras como la de mamá, un niño pequeño, que interpreto sería Eber, mi sobrino, y una figura alta que me representaba al “gordo” un amigo del alma, santafesino él, Mario Malkewik quién me acompañó todo el tiempo. Y simultáneamente del lado derecho tres figuras con túnicas blancas relucientes, cabello, barba y bigotes blancos, blancos y con actitud de interconsulta sobre que futuro inmediato me esperaba. Una Paz celestial, imposible de extractar en letras y en palabras, era lo que experimenté.
Todo terminó el 18 de febrero 2004 cuando me cerraron la panza definitivamente, hoy se pueden observar las cicatrices.
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