En el mensaje del ángel a María y a los pastores se
encuentra el anuncio del nacimiento del Hijo de Dios (Lc. 1,26-38 y Lc.2,8-20)
como un hecho común: “Concebirás y darás a luz un hijo”; “ella dio a luz un
hijo y lo llamó Jesús”; “encontrarán un niño envuelto en pañales”.
Sin embargo, al mismo tiempo ese acontecimiento se presenta
como algo sin igual. El Niño será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el
Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob
para siempre”, su nacimiento será “la gran alegría para todo el pueblo”
(Lc.2,10); él es “un Salvador: el mesías, el Señor” (Lc.2,11)
Dos aspectos –el cotidiano y el trascendente- lo natural y
lo sobrenatural, lo humano y lo divino, el cielo y la tierra.
La noche buena hace la navidad.
Jesús Dios, nace a una nueva identidad, humana; re-nace.
Sabe cuál es su identidad, va descubriendo su misión, o sea
para qué fue enviado y realizó lo necesario para lograrlo. Así nosotros debemos
respondernos: quién soy? Donde voy? Qué hago para lograrlo?
La Navidad forma parte del gran misterio de Dios junto con
La Pascua, Ascensión y Pentecostés.
En Navidad, Dios se humaniza.
En Pascua, Ascensión y Pentecostés, el hombre se diviniza.
Cuando Dios nace lo hace en una realidad concreta: política,
social, económica, “vino a los suyos y no lo recibieron”, experimentó la
soledad, la peregrinación y el exilio. Dios se encuentra con el hombre en su
situación concreta.
Navidad, Dios que se manifiesta a los pobres, a los que lo
necesitan. Justamente los primeros que son anunciados de esta gran noticia son
los pastores, que eran un espectro violento de aquella sociedad. Porque tenían
que ser rudos, fuertes y violentos para defender el poco pasto que encontraban
para sus rebaños. Justo a ellos se los invita a visitar al recién nacido y así
convertidos puedan alabarlo y adorarlo. Esto para la tierra.
Y los ángeles también se alegran por su nacimiento y cantan
gloria a Dios en el cielo.
Jesús Dios, nace, se hace hombre, sufre en si mismo toda las
limitaciones de la humanidad.
Nosotros como seguidores de Jesús también vivimos esta
paradoja.
Como todo caminante, peregrino, el cristiano necesita
experimentar lo provisorio para avanzar hacia lo definitivo, es en la tierra
donde nos preparamos nuestro cielo. Si queremos ser como Jesús debemos
humanizarnos.
Por eso es necesario formarse y estar atentos para vivir
plenamente toda experiencia humana para rastrear las huellas del Espíritu.
Hoy celebramos el Nacimiento de Jesús. En él podemos vivir
nuestro constante y arduo nacimiento a una vida nueva, con una sincera
conversión llegar a vivir como hombres nuevos, según la invitación de San
Pablo.
Habrá navidad si recuperamos la Luz, la Paz y el Amor al
encontrarnos con el otro, mi prójimo.
Así como Dios al regalarnos a su Hijo se encontró plenamente
con el hombre para salvarlo.
Todas mis bendiciones de gozo y felicidad en estas fiestas.
P.
Oscar
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